Lavanda: Cuidados, Características y Consejos Útiles
La lavanda, conocida también como espliego, es una de las plantas aromáticas más conocidas y que no requiere demasiados cuidados, lo que hace que se convierta en la opción perfecta para tener en casa. Su color púrpura le confiere una importante belleza y un olor especial que le dará un toque especial a cualquier rincón de tu jardín, pero tendrás que conocer las características de esta planta antes de plantarla para asegurarte de que se mantenga en las mejores condiciones.
Esta planta mediterránea ha sido cultivada durante siglos para múltiples usos, entre los que se encuentra no solo la aromaterapia, sino también la medicina. Se trata de una planta perenne que puede crecer tanto en jardines como en macetas, ya que se adapta a prácticamente cualquier entorno.
Esta planta se considera un arbusto silvestre de carácter rústico que florece de manera sencilla durante el verano, pudiendo crecer incluso en zonas rocosas y con sol directo. En cuanto a las temperaturas más bajas, no soporta heladas intensas, por lo que es recomendable protegerla durante el invierno.
¿Dónde plantar la lavanda?
Cuando plantes la lavanda, la mejor opción es hacerlo en un sustrato alcalino con un pH elevado. De esta manera podrá crecer correctamente, por lo que siempre deberemos compensar la acidez del suelo con sustrato específico para que esta característica se mantenga en un grado alto. De la misma manera, contar con un buen drenaje es especialmente necesario, por lo que la mejor opción es usar un suelo arenoso que evite encharcamientos ya que las raíces de la lavanda no les vienen bien los encharcamientos en ninguna época del año, pero sobre todo de cara al invierno, ya que el agua puede congelar las raíces y acabar matando a la planta.
En cuanto al lugar perfecto para mantener la planta, podrás hacerlo tanto en una maceta de entre 30 y 40 centímetros de diámetro como en el suelo, pero siempre asegurando que mantenga una buena oxigenación y aireación. Esto se traduce en que no deberá estar excesivamente cerca de otras plantas para que pueda crecer sin problemas. Otro punto importante es que reciba sol directo durante al menos seis horas al día, ya que es un detalle importante para favorecer su salud.
Cuidados de la planta de lavanda
La lavanda es una planta bastante sencilla de cuidar. Necesita estar expuesta a pleno sol, contar con un suelo que drene bien y recibir riegos con moderación. Es imprescindible que reciba al menos seis horas diarias de sol directo y que la tierra permita un buen drenaje para evitar que se acumule agua en las raíces. Sigue estos pasos y podrás mantener tu lavanda en perfectas condiciones.
Riego
El riego de la lavanda debe ser moderado y controlado, ya que es una planta resistente a la sequía y no tolera el exceso de humedad. Durante los primeros meses tras la siembra, especialmente si está plantada en el suelo, conviene regarla una vez por semana para ayudar a que desarrolle un buen sistema radicular. Una vez establecida, la lavanda adulta puede regarse cada 10 o 15 días, e incluso con menor frecuencia si ha llovido, ya que el encharcamiento puede provocar la pudrición de las raíces.
Si la lavanda está en maceta, requerirá un poco más de atención, ya que el sustrato se seca más rápido. En este caso, lo ideal es regarla cuando la capa superior de la tierra esté completamente seca, asegurándose de que la maceta tenga buen drenaje para evitar acumulación de agua.
Humedad y temperatura
Los ambientes secos son la mejor opción para la lavanda, que es bastante sensible al exceso de humedad. Esto mismo hace importante que el suelo drene bien para que no se acumule agua en sus raíces. En cuanto a la temperatura, se mantiene mejor en climas cálidos, ya que las heladas suelen afectarle notablemente, por lo que es buena opción moverla a un lugar protegido durante el invierno.
Tipo de tierra
La lavanda requiere de un sustrato con pH elevado, por lo que tendremos que añadir cal si este es demasiado ácido. Además, tendrá que drenar bien para evitar que las raíces sufran ante posibles encharcamientos.
Abono y sustrato
No es necesario fertilizar frecuentemente esta planta, sino que con hacerlo cada primavera permitirá que se mantenga saludable. En ningún caso deberán ser fertilizantes ricos en nitrógeno, que pueden provocar un crecimiento excesivo, por lo que es mejor no abonarla a hacerlo demasiado. Puede ser buena opción mezclar arena gruesa con gravilla, lo que facilitará el drenaje.
Luz
Es importante que la lavanda cuente con al menos 6 horas de luz solar directa al día, ya que así podrá desarrollarse de la mejor manera. Por ello, mantenla en un lugar iluminado para que cuente con su característico aroma y color.
Limpieza de hojas, poda y trasplante
La mejor manera de evitar plagas y enfermedades es limpiar de polvo y suciedad sus hojas. Para ello, usa un paño húmedo de manera periódica y trasplántala cada 2 o 3 años para renovar el sustrato. Este último paso es más recomendable en primavera, ya que es la mejor época para promover su crecimiento.
La lavanda se poda generalmente una o dos veces al año. La poda principal debe hacerse a finales del verano o comienzos del otoño, justo después de la floración, para darle forma, mantenerla compacta y estimular un nuevo crecimiento saludable. Además, puede hacerse una poda ligera en primavera, antes de que comience a brotar con fuerza, para eliminar ramas secas o dañadas por el frío del invierno. Es importante no cortar demasiado cerca de la base leñosa, ya que esta parte no suele rebrotar bien. Una poda regular ayuda a que la lavanda mantenga su forma y produzca más flores en la siguiente temporada.
Cuidados en invierno
A pesar de que la lavanda suele resistir correctamente hasta los -15ºC, es importante establecer una protección suplementaria contra las heladas. Esto se puede lograr mediante un abrigo vegetal en su base y una cubierta de ramas de abeto. Asimismo, es importante que resguardemos la lavanda de la lluvia colocándola junto al muro.
Tipos de lavanda
Aunque en general la lavanda es una planta sencilla que requiere de pocos cuidados, existen varios tipos que cambian sus características notablemente. Te contamos qué las diferencia para que puedas elegir la más adecuada según tus preferencias y necesidades.
- Lavándula angustifolia: la fragancia y la resistencia de esta planta, conocida como lavanda inglesa, es especialmente apreciada. Esta variedad se utiliza para hacer aceites esenciales por su gran concentración de aceites aromáticos. Destaca por sus flores pequeñas de color morado claro y prefiere que no se le dé un riego frecuente.
- Lavándula stoechas: la lavanda española o francesa cuenta con flores más grandes y de un color más oscuro. Se trata de la mejor opción para climas más cálidos y secos, con preferencia por los suelos arenosos y una menor cantidad de agua.
- Lavándula dentata: esta opción es especialmente ornamental gracias a sus hojas dentadas y de colores más claros. El crecimiento de la conocida como lavanda francesa es más compacto, lo que le proporciona un gran atractivo, pero también requiere de podas regulares para mantener su forma, así como climas más templados.
- Lavándula latifolia: esta lavanda cuenta con hojas anchas y flores de color azul intenso. Se trata de una opción resistente a las enfermedades, por lo que es muy utilizada en la industria de la perfumería y en lugares con suelos pobres o condiciones poco favorables.
Plagas y enfermedades comunes
A pesar de ser resistente, la lavanda no se escapa de algunas enfermedades y plagas que pueden poner en peligro la planta. Las más comunes son los ácaros y los pulgones, que se comen la savia y afectan al crecimiento de la planta. Para evitar que cualquiera de los dos se convierta en un problema, lo mejor es utilizar insecticidas naturales o jabón insecticida.
También hay que proteger a la planta del hongo del botritis, que se presenta como manchas grises en las hojas y las flores. Podremos evitar que esta aparezca manteniendo la lavanda bien aireada y retirando las partes afectadas, lo que hace especialmente importante una detección temprana.